La televisión


Hace ya unos cuantos años los habitantes de este país disfrutábamos de solo dos tristes canales de televisión. La oferta no era muy variada pero disfrutábamos de lo lindo con lo que teníamos. Programas como el Un Dos Tres, series como Verano Azul, hacían las delicias del respetable. La televisión pública era feliz y reinaba en el mundo de las telecomunicaciones en España. La 1 y La 2 de RTVE eran los únicos canales de televisión que existían.
En los 80 surgen en algunas comunidades autónomas los llamados canales autonómicos, como es el caso de Canal 9 en la Comunitat Valenciana o TV3 en Cataluña. Emisiones de carácter local y público. La 1 y la 2 ya no eran las únicas. Hasta el momento la 2 era la que actuaba de canal autonómico para las distintas comunidades, quedando liberada años más tarde de aquellas que ya disponían de su propio canal.
Llegaron los queridos 90 y de ellos aparecieron tres canales más, las llamadas televisiones privadas. Telecinco (la televisión amiga), Antena 3 (quien no recuerda los comentarios de Carrascal a la 1 de la mañana) y Canal + (por solo 100 pts. al día). El país no cabía en si, más canales, más programación, más horas frente al chupete electrónico, y la que se avecinaba...MÁS ANUNCIOS!!!.
Solo Canal + ofrecía una programación sin interrupciones publicitarias, pero era un canal de pago. Canal + acabaría derivando en Canal Satélite Digital Mientras aparecía la competencia como Vía Digital (perteneciente a Telefónica). Estas dos plataformas de televisión de pago acabarían fusionándose a finales de los noventa con el nombre de Digital +. Los otros dos canales, dirigidos a la italiana, empezaron a incrementar la emisión de publicidad (al mismo nivel que la televisión en Italia, tal y como pude comprobar en tierras Piamontesas) hasta extremos dolorosos. En el principio de la televisión en nuestro país, cuando la programación era interrumpido por los anuncios te daba tiempo de ir al baño y beber un vaso de agua. A finales de los noventa te daba tiempo de ir al baño, beber agua, pasear al perro, hacer el pino y echar una partida a las cartas.
Y llegó el cambio de milenio, de siglo, entrábamos en una época de futuro donde el mundo casi se desmorona por el famoso Efecto 2000. Y con el nuevo milenio aparecen dos más, la Cuatro y La Sexta. Y así hemos llegado hasta 2010, con el TDT (Televisión Digital Terrestre) con sus 20 y pico canales, algunos teletiendas y otros que pertenecen a otras cadenas privadas, ideales para repetir y repetir programas, y su apagón analógico a fin de mes.

En el apartado de las series de ficción el tema es más grave, por cada capítulo nuevo que emiten te bombardean con otros de temporadas anteriores. El esquema sería el siguiente:

Capítulo nuevo + capítulo viejo + capítulo viejo + siguiente programa

La idea es mantener al espectador enganchado al televisor cuantas más horas mejor y así mantener el nivel de audiencia hasta entrada la madrugada. Aunque durante las largas publicidades tienes la opción de hacer zapping, pero lo que te vas a encontrar es que en el 75% de los canales restantes dan la publicidad al mismo tiempo.

¿Y que conclusión hemos sacado a base de tener tantos canales y plataformas digitales?

Pues que hoy día es imposible ver cualquier canal de televisión que no sea de pago por culpa de la cantidad de anuncios que emiten. Lo que no puede ser es que una película que dura menos de 100 minutos acabe durando casi 3 horas. Que con la TDT aumenta la oferta de canales públicos y se reduce la calidad de estos. Que RTVE suprime la publicidad (que gustazo), pero no sabemos cuanto aguantará sin los ingresos producidos por esta.

Quizás lo que deberíamos hacer es dejar de saborear el dulce chupete electrónico menos horas a lo largo del día y coger ese libro viejo y lleno de polvo que todo tenemos en algún lugar de la casa, ya que si seguimos dependiendo así de la caja tonta lo que conseguiremos es quedar lobotomizados de por vida, o ¿acaso es lo que quieren?

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